viernes, 22 de julio de 2016

Stranger Things – La perfecta fusión entre Stephen King, Spielberg y Carpenter.



El hecho de que yo mire muchas series claramente no me posiciona en un lugar de más autoridad para opinar sobre estrenos de este medio pero seguro me ofrece un marco de referencia mucho más amplio para evaluar y comprar. Dicho esto, Stranger Things, la producción de los hermanos Duffer que estrenó Netflix el pasado viernes 15 de julio es cosa seria, y no tuve ningún problema en calificarla con un rotundo 10 en la imdb. Luego de degustar la 1er temporada completa que termina conformando un precioso largometraje de 8 horas no me queda la más mínima duda de que es uno de los estrenos televisivos más significativos e importantes de este 2016, y en la entrada de hoy voy a intentar convencerlos de que deberían apostar por la misma, procurando spoilearles lo menos posible.


White Rabbit

Anoche, en una reunión con unos amigos, uno de ellos exclamaba algo con justa razón: hay demasiado para consumir. La oferta de estos días es brutal, y cuando para colmo sos de esas personas que disfruta de ver series de T.V., cine, animación, leer historietas y también libros, resulta sencillamente imposible estar al día con todo si además querés llevar una vida, claro. ¿Qué tiene de genial entonces Stranger Things como para postergar otros compromisos y darle una oportunidad, y porqué todo el mundo, desde el mismísimo Stephen King hasta Guillermo del Toro, se deshacen en elogios para con ella, y los ignotos Duffer Bros. de repente están en el centro de atención de todo Hollywood, y tienen los oídos rojos de escuchar tantas propuestas para el futuro?

La acertada combinación de una serie de elementos clásicos y nostálgicos puestos en función de una historia bien escrita y narrada de forma ejemplar hace que Stranger Things se destaque por encima del resto. Y refiriéndonos a los elementos nostálgicos, piensen en E.T. the Extra-Terrestrial (1982), en The Goonies (1985), en Scanners (1981), en Stand by Me (1986), en The Thing (1982), en los mutantes de Claremont y en todo lo que funcionó en las películas que acabo de mencionar, en los elementos más significativos por los cuales se las sigue recordando y mencionando al día de hoy, en porqué se transformaron en clásicas, y a eso súmenle cosas de Fringe y The X-Files, y estarán acercándose levemente a la genialidad de esta producción.

Es verdad que cualquier sinopsis que uno quiera escribir sobre este show no le hace justicia porque como pocas veces la suma de las partes es más importante que la trama en sí, pero de todos modos es menester hacer hincapié en este punto, que no por poco original tira para abajo la construcción del todo: estamos en noviembre de 1983 y en un pueblo ficticio del estado de Virginia desaparece un niño de forma misteriosa, y su familia, sus amigos y la policía local emprenden su búsqueda, en la cual irán descubriendo que este poblado está siendo utilizado como campo de pruebas experimental (por accidente) de una facción del gobierno, la cual además perdió a una niña, casi de la misma edad que el muchacho extraviado, con ciertas habilidades especiales. 

El relato entonces se va a dividir de manera coherente en tres caminos, el que recorrerán los niños amigos del pibe extraviado, el de la madre y la policía, y el de un grupo de adolescentes que de casualidad se terminan involucrando en esto mucho más de lo que hubieran querido. El alma de Stranger Things está conformada por las soberbias actuaciones que hasta el personaje más secundario ofrece, al punto tal que hay una niña de unos 2 o 3 años, que debe sumar, no se, 3 minutos de pantalla con toda la furia en 8 horas que tiene la temporada… y sin embargo cada vez que aparece te conmueve y te gana con su carisma, y es uno más de los elementos significativos de este collage de emociones. Hay un desfile de actores absolutamente desconocidos conformando este casting, los cuales se alinean detrás de una sólida Winona Ryder componiendo a la madre de la víctima, Joyce Byers, un enorme David Harbour caracterizando al comisario a cargo del caso, Jim Hopper, y un fantástico y muy ajustado Matthew Modine en la piel del Dr. Martin Brenner, que aparece lo necesario para dar con el tono justo de perversión, recordando en su caracterización por momentos al perverso Gendo Ikari de Neon Genesis Evangelion. Si, y no es lo único que nos remite a este clásico animé de mediados de los ’90, porque si bien Stranger Things es una clara alegoría a los relatos más clásicos y efectivos de la ciencia ficción, el suspenso y el terror de los ’80, de todos modos no se priva de utilizar elementos de producciones más recientes, si los mismos son funcionales a la trama.

Retomando entonces el casting, la pandilla de los nuevos Goonies que protagonizan esta aventura hará las delicias de grandes y chicos, se los puedo asegurar. Este cuarteto de nerds ochentosos jugadores de rol y amantes de los comics (en una de sus apuestas ponen en juego la clásica X-Men #134 de Claremont y Byrne, ni más ni menos) demostrarán tener una química instantánea, y nos proveerán de absolutamente todas las situaciones posibles que se pueden explotar con un grupo de personajes de estas características: la clásica situación de bullying escolar y su correspondiente “venganza de los nerds”, la inocencia que da lugar al ímpetu de la niñez puestos en marcha para meterlos una y otra vez en pequeñas aventuras donde se verán expuestos a no pocos peligros, las pruebas de fuego que deberá sortear la amistad que los une, las mentiras a los padres para ocultar problemas de escalas desproporcionadas y las estrategias para llevar adelante coberturas que les permiten zafar de futuros castigos y finalmente las tensas relaciones entre niños y hermanos mayores pero que en el fondo esconden un cariño incondicional. Los adolescentes que estarán a cargo de su llevar adelante parte de la narración no serán menos, y también nos deleitarán con la construcción de una relación de pareja poco común, otros tipos de bullyings, y la presencia del consumo del alcohol y hasta del sexo primerizo y virginal.

Mención aparte merecen el personaje de Winona Ryder y el de David Harbour, ejes fundamentales de todo este embrollo. La primera poniéndose en la piel de una madre divorciada que no se permitirá siquiera dormir hasta no dar con su hijo desaparecido, y atenderá a todo tipo de señales para dar con él, aún cuando el resto del mundo la considere una loca, y el segundo componiendo un inolvidable comisario de pueblo -para mí, una referencia directa al personaje de Roy Scheider en la Jaws (1975) de Spielberg, otro policía de pueblo encargado de proteger a los suyos de una amenaza poco común e inesperada- que tiene que cargar con una enorme pérdida pero que no por eso dejará de actuar con coherencia y sentido común en todo momento, y tendrá el suficiente tacto y la picardía necesaria para oficiar como consorte, conciliador e investigador, todo junto.

Hay un personaje más que con el correr de los capítulos se torna no solo importantísimo para la trama sino entrañable para la tele-audiencia, y su destino nos comenzará a importar quizás mucho más que el del resto de los personajes, y es una niña interpretada por la española Millie Bobby Brown (si vieron la fallida serie Intruders de Mira Sorvino o la Once Upon a Time in Wonderland del 2013, la tienen de ahí, en esta última hacía de la joven Alice), pero si revelo más detalles de ella corro el riesgo de cagarles cosas muy piolas de la trama, así que la dejamos acá.

Should I Stay or Should I Go

Las actuaciones son por demás importantes, y como mencioné más arriba son el alma del relato y logran que nos preocupemos por la supervivencia de estos personajes, pero Stranger Things es un brutal combo de elementos que combinados terminan impactando en nuestro sub-consciente de formas satisfactoriamente inesperadas, y por detrás de la performance de estos actores hay un puñado de elementos que dotaron a esta proyecto de un clima nostálgico pocas veces logrado con tanta efectividad. No son pocos los proyectos, tanto televisivos como cinematográficos, que en la última década han decidido recuperar el espíritu de la música, la televisión y el cine de la década de los ’80, ese antro de perdición repleto de monstruos de goma y sintetizadores que se niega a ser olvidado y es constantemente reivindicado, pero me arriesgo a decir que ninguno pudo ofrecer un producto tan sólido en todos los aspectos.

Ya desde el vamos, el opening con los créditos y los títulos de la serie está influenciado por el trabajo de Richard Greenberg, el mismo artista que diseñó intros de clásicos de los ‘80 como Alien (1979), Altered States (1980), Superman (1978), Lethal Weapon (1987), The Dead Zone (1983), y, como no, The Goonies (1985), y nos recuerda levemente a muchas de las mejores producciones de John Carpenter, con una base fuerte de sintetizadores que proveen de un sonido orgánico pero incómodo. La música que acompaña esta temporada está signada por bandas como Joy Division, The Clash, New Order, Echo & The Bunnymen, Peter Gabriel, Jefferson Airplane y Vangelis, lo cual ofrece un muro sonoro de contención perfectamente identificable con los movimientos musicales de esos años, y proporciona hasta al más despistado, al menos desde lo musical, el marco idóneo para desarrollar este relato.
 
La edición de cada capítulo en sí ameritaría una sola reseña, es poco menos que exquisita. El correcto y acertado manejo del volumen –escuela Spielbergiana a full- no es apto para cardíacos, y en cada episodio nos ofrece un sinfín de sobresaltos dignos de aplaudir. Pero sumado a esto el buen gusto y el tacto narrativo que tuvieron los hermanitos Duffer para mechar los flashbacks importantes con la narración actual, siempre recurriendo a un montaje asociado a las producciones homenajeadas pero utilizando lo mejor que ofrece la tecnología digital, y jamás abusando de algún vicio o tendencia, todo medido y equilibrado, ofrecido en bandeja de plata para que el televidente nunca sienta que el relato se estanca, pero tampoco se atragante con tanta información.

Y en cuanto a la narración en sí, y la trama, otro detalle no menos significativo que me maravilló: hay una tendencia actual que se está haciendo común en la mayoría de las producciones recientes de género en la cual los misterios el televidente los va desenmascarando codo a codo con los protagonistas del relato. Son muy pocas las pistas que se le ofrecen al espectador que no forman parte del catálogo de experiencias por las que pasaron los protagonistas, y así intentan ponernos casi de manera forzosa en el mismo lugar que ellos. En Stranger Things casi desde el comienzo el televidente tiene siempre más información que los protagonistas, aún cuando, por supuesto, le faltan piezas para resolver el puzle, y esto no juega en contra a la revelación medida y balanceada de los terrores y misterios que terminarán accionando el clímax de la serie. Hay mucha creatividad e inteligencia en la forma de presentar este relato por parte de los Duffer Bros., mucho oficio y sobre todo un amor incondicional por el medio y por cada film, libro o serie referenciada.

Finalmente, si hablamos de referencias… bueno, hay cientos de ellas. Desde el mismo poster promocional, seguramente inspirado en el arte de ilustradores de la talla de Drew Struzan y John Alvin, artistas que confeccionaron los posters de películas como la saga de Indy Jones, los posters promocionales de la reedición de las clásicas Star Wars, la saga de Back to The Future, ambas películas de los Gremlins, Batteries Not Included, Blade Runner, Cocoon, The Lost Boys, Predator,  y, una vez más… si, señores, The Goonies, hasta los diálogos, las referencias, la trama en sí con todos sus detalles, los vehículos utilizados, y la decoración interior, sobre todo de las piezas de los niños y los adolecentes, las cuales dan cuenta de posters, libros y objetos que forman parte de esa década entrañable e inolvidable, la cual fue fundamental para la construcción de un sin-número de películas de género que marcaron un punto de inflexión en la industria. 

Stranger Things es una obra maestra moderna de la ciencia ficción y el suspenso, es una joya escondida en el nilo, una perla que demuestra que las inspiraciones pueden accionar de manera tal que saquen los mejor de nosotros para presentar un producto fresco que apele a la nostalgia sin necesidad de echar mano de remakes o reboots. Una vez más, Netflix sorprende sacando de la manga una carta espléndida, prácticamente sin anuncios o promociones fuertes y realizada por un equipo super profesional que entendió todo, y que para colmo está compuesto en su gran mayoría por perfectos desconocidos, lo que nos da la pauta de que nunca hay que dejar de apostar por la sangre nueva. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.
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